De San José1
Este es el cuadro de los desposorios. A la derecha están los pretendientes rompiendo sus bastones, y hasta es posible que no haya habido pretendientes. A la izquierda los parientes miran y no ven: ¿quién ve menos que un pariente? Y en el centro, de pie, San José y la Virgen, y el Sacerdote.
El Sacerdote, tomando la mano derecha de la esposa, la entrega a la derecha del esposo, y dice: – El Dios de Abraham y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob sea con vosotros, y él os junte, y él cumpla en vosotros la bendición de él.
A lo lejos se ve el Templo como una gloria. El Templo resplandece, palidece – comprende.
Los pretendientes son pueriles; los parientes, amenos; el Sacerdote no sabe lo que hace. La realidad, toda la realidad de este cuadro está en el primer plano, en San José y la Virgen, y esa realidad, como con ímpetu de espíritu, repercute en el fondo: la figura del Templo la recibe.
Porque el Templo está en los Desposorios como el Coro en la liturgia o como el sol en el Calvario, para padecer el misterio, y, así como el Coro levanta el aleluya o como el sol se entenebrece, el Templo recibe aquí la acción de San José y la Virgen, y conoce su ocaso.
La Virgen es muy joven, casi niña.
La Virgen mira a San José como iluminándolo. Se ve la mirada pero no se pueden ver los ojos de la Virgen.
San José es un hombre, un hombre hecho, de cuarenta años. Está ligeramente inclinado hacia su esposa. No la mira. Tiene los ojos bajos. Todo lo que puede haber de temor, y de amor, y de reverencia en el hombre, está en esa actitud de San José.
La Virgen le tiende la mano. Él va a tomarla. Va a tomar la derecha de la Virgen en su propia mano derecha, y está atónito. Le parece increíble este momento de su vida. San José siente un gozo grandísimo, San José está como uno que se despierta o que se acuerda. San José dice:
“La amé y busqué desde mi juventud, y escogí tomármela por esposa. Me hice amador de su hermosura porque realza su nobleza la estrecha unión que ella tiene con Dios. Propuse, pues, traérmela para vivir en su compañía, sabiendo que ella comunicará conmigo sus bienes, y será el consuelo de mis pensamientos.
Por ella tendré gloria entre las gentes, y honra entre los ancianos siendo joven. Al entrar en mi casa con ella tendré descanso, porque ni su conversación tiene amargura, ni tedio su trato, sino alegría y gozo. Y pensando esto conmigo, y repasando en mi corazón:
Que se halla un placer santo en su amistad, y en las obras de sus manos, riquezas, y en el ejercicio de su plática, inteligencia: di vueltas buscando cómo traérmela conmigo. Y como llegué a entender que de otra manera no podría alcanzarla si Dios no me la daba, acudí al Señor, y le rogué, y dije de todo corazón:
¡Dios de mis padres, envíala de tus santos cielos para que esté conmigo y trabaje, y no me quieras desechar de entre tus siervos!
Y me vinieron juntamente todos los bienes con ella, y me alegré en todas las cosas”2.
Hasta aquí lo de San José. San José dice todo esto en su corazón, no con palabras. Lo dice con su silencio, con su reverencia, con su actitud. Estas palabras son el ritmo del cuadro, su movimiento de líneas, lo que entrega el misterio. Pero él no habla. Y, por otra parte, esas palabras no son suyas. Son palabras de la Sagrada Escritura, del Libro de la Sabiduría, es decir, palabras del Espíritu Santo; es decir que son palabras del justo que siente de la Sabiduría todo eso; es decir que son realmente las palabras de San José en este momento: cuando el Sacerdote (va a destruir el Templo, no sabe lo que hace), tomando la derecha de la Virgen la entrega a la derecha de su esposo.
Dimas Antuña.
La ilustración publicada en la revista Baluarte es la siguiente
1 DIMAS ANTUÑA, «Los Desposorios», Baluarte, Buenos Aires, Nº13, junio 1933, página 15.
Nota del digitalizador: La fiesta litúrgica de los desposorios de San José con María se celebra el 19 de marzo. Hay una imagen lineal que parece una alusión gráfica a algunas de las pinturas sobre este misterio de la vida de San José. La imagen publicada en la revista Baluarte puede verse al final de este artículo. Aquí se ha insertado la pintura de Rafael Sancio (1483 – 1520) que parece ser escena que describe Dimas Antuña.
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